Cuando me he despertado hoy, el reloj me
decía una cosa y mi cuerpo otra distinta. Y había salido el sol, al parecer,
porque entraba una hermosa claridad a través de las cortinas. Me he emocionado
¡Por fin ha llegado la primavera! me he dicho. Claro que todas estas
sensaciones han calado en mí solo a través de las rendijas de mis ojos, que se
negaban a abrirse del todo.
Luego he recordado que ayer y sin mi
consentimiento me robaron una hora y que hoy las veinticuatro que me
corresponden van a disminuir ya que me he levantado una hora más tarde, porque
explícale a mi reloj biológico esto del adelanto y el atraso horario.
Me niego. Todo lo que me imponen por
obligación suele gustarme poco. Bueno, no me importa que me prohíban matar
gente o robar bancos, cosas así, pero todo lo demás que beneficia a alguien de
manera injusta y a mí me fastidia más que otra cosa, me repatea. Y eso que aún
prefiero esta vez, porque la tarde será noche más tarde y por la mañana se
dormirá, como me ha pasado a mí hoy, antes de amanecer.
Y luego esto de la lluvia. Lo del sol ha sido
una broma, no mía, no, sino del clima primaveral. Así que sigue lloviendo, hace
frío y aire airado. Me he visto con el plumas grueso, los zapatos gruesos de
agua, el paraguón y bien metida bajo los aleros de los tejados, luchando contra
el viento. Y me he dicho: ¿a dónde vas, alma de cántaro, con lo bien que se
está en casita al calor? Así que me voy a tomar una Coronitas y unas patatas
fritas y voy a leer y escribir tonterías en FB hasta la hora de comer.
Feliz domingo. Porque no importa si llueve,
sale el sol o está nublado, ni el frío ni el calor... la felicidad no anda por
la calle en busca de humanos. Es tímida y se queda en casa.
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