(Cartas a Julián)
Nunca era tan pronto como nos habíamos
propuesto la noche anterior, sentados en el balcón fumando el último cigarro
del día y tomando un gin tonic bien frío con su corteza de limón y sin agitarlo
demasiado. ¿Recuerdas? por aquellos días aún fumábamos y bebíamos algún trago
largo mirando el cielo estrellado. En verano, siempre en verano. Íbamos a
madrugar y bajaríamos a la playa los primeros. Pero ¿Quién quería levantarse
pronto en pleno agosto con lo bien que se estaba en la cama? Los niños no,
desde luego y tú tampoco, así que la que lo hacía era yo.
Aún así, al llegar, siempre se nos había
adelantado Teresa. Allí estaba tomando el sol de la mañana con los tres niños
en bañador, jugando a hacer castillos. ¿Cómo lo hacía? era para nosotros un
misterio. Para consolarnos decíamos que algo habría dejado sin hacer. Yo
también, pero ella había llegado primero. La verdad es que daba lo mismo, solo
era un reto, una especie de baño de amor propio.
Todavía puedo oler el salitre, el aroma lo traían
las olas cada vez que rompían en la orilla (nos gustaba sentarnos al borde
mismo de la arena y el mar). Ahora, hace tiempo ya, el mar no huele a mar,
huele a cremas anti solares y a humanidad. Disponíamos nuestras tumbonas bajo
la sombrilla, dábamos crema a los niños, que se iban rápidos a jugar con los
demás, y luego nosotras charlábamos y vosotros paseabais por la orilla. De vez
en cuando vuestras cabezas giraban de un lado a otro, según por el lado que
viniera la sirena de turno. Todos se hacían los distraídos, todos miraban y a
saber qué pensarían. Tú también. Luego yo me hacía la celosa, porque sabía que
eso te gustaba.
Durante todo el verano ¿recuerdas? íbamos y veníamos
por los mismos lugares, con los niños, los amigos y los niños de los amigos.
Tampoco era nada especial pero siempre teníamos algún plan en la cabeza para
que los niños disfrutaran y nosotros también. No sé si nos dábamos cuenta,
entonces, de la suerte que teníamos y de lo felices que éramos. Luego, más
tarde recordábamos las noches de juerga, cuando los niños dormían; las fiestas
de disfraces, los concursos gastronómicos, la cena de veraneantes. Y entonces
volvíamos a disfrutar con los recuerdos.
Rosg.2019
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