Lo mismo da si tus vacaciones transcurren en
el campo o en la playa y ya no te digo si te quedas en la ciudad. Bueno, si
tienes suerte de tener alguien a sueldo para que te ayude en las tareas y te
quedas en la ciudad, puede que estés mejor en lo tocante a lo que quiero
exponer.
Comienza el día, como estás de vacaciones te
has quedado en la cama una horita más de lo habitual, miras al otro lado de la
cama y Don no está. ¡Ah, sí! se ha ido a andar en bicicleta por estos montes
con los amigos de la cuadrilla de bicicleteros, a la tarde ira a jugar la partida al mus con los museros. Pues date prisa, te dices, que
los niños están al despertar (si son los tuyos, vale, pero si son los hijos de
tus hijos, es fácil que además tengas a los padres) Pones la cafetera, colocas
la mesa con todo lo necesario y desayunas tu. Pones la lavadora y de mientras,
haces la cama y recoges un poco la sala, que parece que haya venido la Marina a
verte.
Cuando se levantan todos empieza el lío, unos
quieren ir de excursión a no sé qué pueblo, otros quieren ir a la playa, nadie
quiere vestirse con la ropa que les han adjudicado o lo que quieren es ir con
sus amigos a pescar al acantilado y no sirve de nada que les digas que es
peligroso. Por fin se van. Y allí te quedas tú mirando el infinito sin ver
nada. Con suerte tu yerno ha bajado a la pescadería y ha traído unas rodajas de
bonito con una pinta excelente y además no quiere que le pagues lo que le han
costado (¡aleluya!) Entonces tomas otro café y untas una madalena (no debería
hacer esto, te dices). Diez minutos, luego cuelgas la ropa, limpias el bonito,
sacas un bote de tomate frito del super y preparas el bonito (¡que tomate
casero preparaba yo antes! ) Vuelta a recoger, por lo menos alguien ha hecho
las camas.
Miro el reloj ¡las doce y media! Señor, como
pasa el tiempo. Entonces llega el Don y te mira, todo sonrosado: ¡Aún estás
así! dice sorprendido, vamos a llegar a la playa los últimos y luego añade:
hemos almorzado unos huevos con lomo de primera, donde la Mirona, como siempre
y comienza a relatarte los cotilleos de la mañana, todo esto desde el baño, tú
no le oyes con el ruido del agua de la ducha, pero además no le escuchas y
esperas pacientemente para poder entrar al baño, porque hay más, pero este nos
lo han adjudicado a los dos y el otro es para los demás (todo un privilegio)
Cuando voy hacia la playa me encuentro con
dos de mis amigas que bajan acaloradas, como yo.
A la una y media los niños se acercan a ver
si hay algo para comer, porque en esta playa no hay chiringuitos, que es casi
salvaje. Sí, tengo trozos de manzanas bien lavados, faltaría más.
Bueno, no sigo, esta historia sería larga de
contar y he de reconocer que todo sucede porque yo dejo que suceda. A veces
pienso que voy a levantarme de la cama e irme a caminar toda la mañana, yo
solita, sin preocuparme de nada. Pero enseguida me digo que cuando vuelva
estará todo sin hacer (o quizá no, debiera probarlo) y que no me va a
compensar. Es que desde que nacemos a las mujeres de mi generación nos enseñaban que debiamos
ocuparnos de estas cosas, además de cuidar a nuestros mayores o enfermos y
nosotras nos lo creímos porque si no eras dulce, cariñosa y entregada, eras
solo un bosquejo rudimentario de mujer. Y si no lo asumías es porque eras una egoísta
como la copa de un pino. No sé, supongo que esto habrá cambiado, creo que las
mujeres lo tienen claro, pero no sé yo si es lo mismo con los hombres; algunos
puede que sí, la mayoría habla mucho en público de igualdad y bla, bla... y se
lo creen, pero se les olvida al llegar a casa.
Total, que solo quería que supierais que me
he jubilado y además estoy de vacaciones, con lo que eso significa
para una mujer ama de casa, o sea, casi todas. Que me voy a ir a un hotel en
cuanto se vayan los hijos y nietos y tanto si viene Don como si no, en
Setiembre que habrá menos gente y me voy a sentar a leer sin comer siquiera y
de paso a lo mejor pierdo unos kilitos.
Y esto lo cuento yo que tengo suerte,
imaginad las que además no la tienen.

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